LA REALIDAD SEGÚN LA FÍSICA CUÁNTICA Y LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
LA REALIDAD SEGÚN LA FÍSICA CUÁNTICA Y
LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
REALITY ACCORDING TO QUANTUM
PHYSICS AND ACTION RESEARCH
David Francisco Nani
Universidad Nacional, Costa Rica
LA REALIDAD SEGÚN LA FÍSICA CUÁNTICA Y LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
Universitas Philosophica, vol. 35, núm. 70, pp. 65-83,
2018
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, D.C.,
Colombia.
Recepción: 31 Enero 2017
Aprobación: 05 Septiembre 2017
DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.uph35-70.rfci
RESUMEN:El presente
artículo se enfoca en la investigación-acción y la física cuántica.
Efectúa una comparación respecto a
una idea central: el concepto de
realidad.
Explica la presencia de similitudes, por ejemplo,
la realidad como representación y
como entidad influenciada por el observador.
Más aún, el investigador debe seleccionar entre diferentes marcos
explicativos, pues lo real
no puede ser abordado por medio de
un único aparato teórico y metodológico.
Aunque ambas visiones socavan la ciencia moderna, existen diferencias, en
tanto que las
particularidades de la investigación- acción son de un rango mayor y
la realidad en esta es de índole social y debe ser mejorada.
Pal clave: investigación-acción,
física cuántica, Heisenberg, epistemología, c sociales.
1. Introducción
Según Gurdián (2010), existe una relación entre
la física cuántica y los métodos cualitativos;
por ello, este
artículo se posiciona en un debate acerca del desarrollo científico.
Específicamente, tiene raigambre en el cuestionamiento a la ciencia moderna y a
la
apertura a nuevas formas fiables de crear conocimiento válido.
Wilson (2000) afirma que
el positivismo
se identifica con el
abordaje racional propio de las ciencias físicas,
pero, tras el
desarrollo de la mecánica cuántica,
la misma definición (tradicional)
de racionalidad ahora está en riesgo,
incluso dentro de la propia física.
Por tanto, este
artículo establece un
diálogo
entre esa “nueva física” y la
investigación-acción.
El presente escrito
tiene como propósito comparar la noción de realidad emanada
de la física cuántica
con aquella defendida
por una
metodología
cualitativa de las ciencias sociales,a saber,
la
investigación-acción (en adelante I-A).
Con
base en lo anterior, se pretende además probar, como plantea
sucintamente Gurdian (2010),si
los
métodos cualitativos en ciencias sociales
obedecen a la visión
ontológica
de teóricos como Heisenberg,
deslindándose así de la física
clásica y el positivismo.
Dicho de otra forma,
el escrito plantea la pregunta de
si existe
correspondencia entre ambos conceptos
acerca de lo real
y, en caso de ser
positiva la respuesta, interroga si
tal hecho es inocente o no.
Como hipótesis de
trabajo se postula que efectivamente puede afirmarse una congruencia entre los
ámbitos comparados y, más aún,
que existe diálogo
entre disciplinas.
El
trabajo retoma las descripciones de autores como
Einstein e Infeld (1986) y Heisenberg (1959 y 1985)
con respecto a lo real1,
y
las compara con el concepto propio de la
I-A.
Utiliza, además,
fuentes primarias, validando las observaciones y los comentarios
con los aportes de
otros autores. Para cumplir con el propósito investigativo,
primero se procede a
establecer detalladamente los principios básicos de la I-A
y la noción de
realidad implícita en estos; luego, se expone la visión de lo real
defendida por la
física, para después comparar ambas nociones,
apartado sucedido por
las conclusiones.
Finalmente,
el presente artículo recurre a la bibliografía integradora de la noción de la I-A INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
para
construir su propio concepto, ya que existen distintas versiones de la I-A,
tal como
sostienen Nicolescu (2014) y Rodríguez et al. (2011).
2. I-A: principios básicos y visión de
la realidad
La I-A fue propuesta inicialmente por Kurt
Lewin en 1947 (Nani, 2012).
La I-A consta de cuatro procesos básicos:
a)se
proyecta para trasformar y mejorar prácticas sociales;
b)es
participativa, o sea, opera mediante grupos que plantean cambios y mejoras
para su realidad propia;
c)
tiene lugar mediante un proceso de espiral
(con
cuatro fases: planificación, acción, observación y
reflexión);
d)
representa una manera sistemática de aprendizaje, pues los involucrados
realizan
análisis críticos de sus propias
circunstancias y llevan a cabo teorizaciones colectivas
con relación al mundo práctico vivido, las
cuales deben someterse a prueba
La I-A contiene un componente reflexivo, controlado, crítico y
sistemático
que pretende estudiar
la realidad con un fin práctico
(Zambrano, Muñoz y Andrade, 2015).
Pretende, también,
generar estrategias genuinas para enfrentar de modo satisfactorio
las incertidumbres y complejidades (Nicolescu, 2014).
En la I-A los saberes se efectúan mutuamente; el investigador no
tiene una
perspectiva de superioridad epistémica frente
al grupo, del cual más bien aprende.
La labor investigativa
hace énfasis en sistematizar información y en
coordinar
actividades, pero los conocimientos principales son
producto de la interacción grupal
y participativa, siendo
el diálogo una herramienta básica (Jara, 1998).
La I-A acepta las diversas perspectivas de los diferentes
participantes(Stringer, 2014
y
permite proponer explicaciones de la realidad compartida de los sujetos.
Este tipo de reflexión
tiene un carácter interpretativo; puesto que
una buena
interpretación es aquella más razonable que otras,
constatándose esto
mediante la labor de la comunidad investigativa del estudio
(Stringer, 2014), cuyos miembros son todos
autores del proyecto.
Entonces, a partir de
lo anterior, en la I-A la perspectiva no es la de
un sujeto y objeto
separados, sino la de una interacción sujeto-sujeto
(Zambrano et al., 2015; Nani, 2012).
Por ello, la
I-A
busca optimizar la realidad, tanto por su ope- ratividad democrática
como por su apuesta hacia la trasformación positiva de las
condiciones sociales
de los participantes, pues busca mejorar su
calidad de vida (Nicolescu, 2014).
Según Vélez (2017), dicho método no solo pretende la
producción de conocimiento,
sino también la transformación del escenario
que se investiga.
Desde los planteamientos dichos, la realidad
no solo es dúctil e in- fluenciable,
sino que, además, debe
ser sujeta a la manipulación de los sujetos participantes.
En este punto, la
investigación incide en el mundo social que estudia, ya que
lo transforma deliberadamente (Jiménez, 2015).
Ahora bien, de acuerdo
con Carson (2003), la objetividad en ciencias
humanas,
en línea con las
posturas más tradicionales,
denota la condición de una imparcialidad desinteresada;
pero no es esta la
perspectiva metodológica de la I-A.
Según Martínez (2009), los enfoques cualitativos
rechazan la concepción
del sujeto conocedor
como espejo, idea propia del positivismo.
Por su parte, Jiménez (2015) afirma que los métodos
cualitativos plantean la
comprensión de los fenómenos sociales desde la intersubjetividad.
Acerca del papel
interventor e interesado de quienes investigan,
el carácter dúctil de
lo real y su necesaria transformación,
pueden realizarse
otras acotaciones.
De acuerdo con Vélez (2017), en la I-A los investigadores/participantes
conocen de lo que hablan, su base la constituye la
experiencia y sus técnicas
trascienden la
mera recolección de datos, pues existe una dinámica interactiva entre
quienes
preguntan y quienes responden.
Así, el bagaje social
de los diferentes sujetos de investigación constituye un insumo
para el estudio y no se le coarta mediante la
pretensión de imponer una tabula
rasa. Por su parte, Stringer (2014) indica que la I-A
contesta al interrogante
de cómo los
hechos ocurren, que prepondera sobre la pregunta de qué está
ocurriendo.
El primer cuestionamiento se preocupa por las formas
de interpretar, percibir y
responder a los
eventos, esto es, las características propias de los sujetos del grupo.
A partir de lo
anterior, para Vélez (2017), la “experiencia vivida”
resulta fundamental
para construir el conocimiento, pues no hay
investigaciones “allá”, sino existencias
humanas que tienen problemáticas
y, con estas, necesidades de transformación.
El punto de partida de
la I-A es determinado
por la
realidad más próxima y concreta de los grupos,
mediante temas inmediatos y simples que les resulten
interesantes
pero que, al mismo
tiempo, deben ser accesibles (Suárez, 2002).
Luego la I-A debe ir
paulatinamente ampliando el objeto de investigación
(que serían los temas
abordados por las colectividades)
para adentrarse en
asuntos de mayor extensión (Suárez, 2002).
Es esta una propuesta,
sobre todo, para el cambio que
remite a aspectos sociales, culturales, económicos y
políticos.
Asimismo, se produce
un conocimiento centrado en la realidad del grupo
De acuerdo con Suárez
(2002),
la I-A es criticada
por la dificultad para generalizar resultados, pues no trabaja con
muestras amplias y representativas.
El interés de los informes se reduce al caso
del grupo investigado y se le acusa de falta de utilidad para otros
contextos.
Una respuesta a esta
crítica reside en la llamada generalización
naturalista
(Suárez, 2002), constructo en el que un lector
puede derivar conclusiones a partir de
los productos de una investigación en sus
propias circunstancias, pudiendo ampliar su
comprensión acerca del entorno de estudio. En
tal cometido la responsabilidad recae
mayormente en el lector usuario que en el
autor del informe final de investigación.
Así, el primero,
mediante extrapolaciones y aplicaciones válidas, pertinentes,
fundadas, puede obtener algunos insumos y
saberes útiles.
De esta manera, este
lector, al leer críticamente los resultados de un estudio,
juzga sus
posibilidades de aplicación a su realidad propia.
Dicha utilidad, desde
luego, será solo aproximada y tendrá límites
(Suárez, 2002),
linderos que, sin embargo, no impiden el diálogo científico.
Las observaciones
anteriores están lejos de invalidar las posibilidades científicas
de la I-A, pues dicho
enfoque, en tanto método cualitativo,
tiene sus propios
parámetros evaluativos (Nani, 2012).
Para cumplir con los
requisitos básicos de validez, la I-A
desarrolla un andamiaje propio que no contiene
inexactitudes
o incoherencias ni es tampoco falso por el hecho de no
asimilarse
a los criterios positivistas.
En este sentido, Vélez (2017) plantea que la I-A rompe con el positivismo,
porque este postula el conocimiento de las
ciencias naturales como el único válido. Por el contrario, la I-A valida el
saber producido por las ciencias sociales y humanas
bajo parámetros endógenos. Allí donde la
ciencia moderna reclamó para sí un único método para crear saber, la
metodología cualitativa defendió la posibilidad de otros
caminos correctos (Jiménez, 2015).
Esas vías no carecen de sistematicidad ni
rigurosidad.
Siguiendo a Colás-Bravo (1998) y otros autores, la
I-A contiene distintas etapas:
1. Constituir
un grupo
(o determinarlo, si ya existe), e identificar sus
requerimientos, circunstancias y metas.
De acuerdo con Nicolescu (2014), aquí se
discierne una situación problemática que
requiere mejora.
2. Diagnosticar
la situación. Los sujetos investigadores formulan un problema,
recogen datos, efectúan trabajo de campo,
interpretan y analizan resultados,
discutiéndolos y planteando luego
conclusiones; se trata de averiguar fundadamente
las características grupales.
Implica retroalimentación comunicativa mutua (Wilson, 2000).
3. Establecer un proyecto de acción (con
base en el diagnóstico anterior y orientado al mundo práctico inmediato). Según
el criterio de Nicolescu (2014), se realiza aquí la
postulación de planes orientados al cambio. Wilson (2000) plantea estos planes como
la conversión de las discusiones previas en principios de acción y
descripciones detalladas acerca de dichos cambios o innovaciones a ser
introducidas.
4. Efectuar acciones que den paso a la
observación de los resultados y al
establecimiento del
comportamiento.
Wilson (2000) establece aquí un necesario
diálogo de retroalimentación.
5. El punto anterior se consuma en una
reflexión y evaluación; las cuales pueden redirigir la investigación al
diagnóstico (característica 2), con lo que se presencia un
proceso en forma de espiral (Nicolescu, 2014; Nani, 2012; Colás-Bravo, 1998).
También es posible que la reflexión y
evaluación conduzca a investigaciones ulteriores,
otra intervención orientada al cambio
(Nicolescu, 2014).
Lo teorizado y lo concluido puede
comprobarse en estudios futuros, en los que el
rasero evaluativo radica en las repercusiones
prácticas.
Además de lo anterior, la I-A contiene
una noción de realidad. Esta no puede ser
determinada de modo cabal y definitivo, puesto
que el proceso del conocimiento
siempre queda abierto a nuevos análisis. Lo
anterior se debe a lo real en tanto
elemento cambiante. Un segundo criterio acerca
del mundo tiene relación con el
rechazo de la generalidad; no se parte de una
sola visión de lo real, cada grupo tiene
su propia perspectiva y prima lo particular.
Entonces, se alude a una raíz
epistemológica de este método:
la visión sujeto-sujeto, en vez de sujeto-objeto;
quien investiga incluye su propia
subjetividad, no debe suprimirla o limitar su
expresión, sino que trabaja desde esta.
Lo que el sujeto aporta de suyo a la
investigación (principios, vivencias, etc.) no
representa una dificultad a superar o
disminuir, pues contribuye al análisis, mediando,
entre los sujetos de investigación, el
diálogo, del cual emana el conocimiento.
Según Vélez (2017), la I-A combina teoría y praxis, desecha
la diferencia entre el
sujeto que investiga y los objetos que
son investigados,
los sujetos/ objetos
constituyen sujetos/investigadores. Este
diseño investigativo postula que la mejor
manera de entender algo está ligada con
la posibilidad de transformarlo(Nicolescu, 2014).
De
acuerdo con Rodríguez et al. (2011), la I-A no asume los resultados en términos de
correcto
o incorrecto bajo el criterio del investigador, como lo haría el
positivismo, sino más bien busca
soluciones basadas en las interpretaciones de los
involucrados en la investigación. Se
depende de criterios cualitativos para comprobar
la validez (Rodríguez et al., 2011),
con lo que un aspecto clarificador sería la
capacidad del trabajo realizado para
analizar y, sobre todo, para modificar
favorablemente las condiciones sociales
del grupo.
Ahora bien, respecto al tema del rigor científico,
caben algunas reflexiones. De acuerdo con Nicolescu (2014), son metas de la I-A tanto
construir enunciados investigativos acerca de la realidad grupal, como el aprendizaje
del proceso, que es de índole participativa y cuyos métodos pueden aplicarse
posteriormente a la vida cotidiana de los involucrados, ya que los agentes
participantes están insertos en el cambio y tiene lugar una retroalimentación
para todas las partes. Sobres este punto, Vélez (2017) plantea que para la I-A la
objetividad viene dada por la producción de relaciones empáticas y vínculo
social, puesto que los resultados obtenidos generan transformación. Aquí cabría
preguntar si es “objetividad” el término más exacto, porque parece más bien que
Vélez (2017) se refiere al tema de la “validez” del proceso investigativo.
Sobre los criterios
científicos de la validez, también puede argumentarse que permiten establecer
cuándo se falla en conseguir los objetivos y existe por tanto error
metodológico.
Equivocarse a la hora
de realizar una I-A significa:
a) no generar transformaciones positivas en
la realidad de los grupos y personas que
intervienen;
b) no producir los vínculos empáticos
necesarios para la inmersión del investigador en
el mundo social de los otros sujetos;
c) no generar conocimientos acerca del entorno
particular del grupo en cuestión;
d) no establecer consensos razonables grupales con
respecto a la realidad vivida;
e) no transmitir saberes metodológicos a los sujetos
de investigación.
Al respecto de estos puntos caben muchos
ejemplos hipotéticos. Martín-Baró (2004) plantea la posibilidad de grupos cuyas
operaciones no satisfacen las necesidades de sus integrantes ni de la
colectividad, sino de otras organizaciones, en función de las cuales llevan a
cabo sus acciones, siendo o no conscientes de ello. En este tipo de contextos
alguien puede reforzar esta dinámica grupal mediante una I-A, pero será un
abordaje erróneo y contrario a los principios de esta modalidad metodológica.
En síntesis, tenemos en la I-A una
propuesta centrada en la transformación positiva de los mundos sociales
particulares de los grupos, que construye conocimientos enlazados con la vida
práctica. Contiene procesos inscritos en el diálogo y propone parámetros para
juzgar la incidencia satisfactoria en la
realidad.
Esta última tiene por características:
a) su índole cambiante;
b) resulta accesible solo de modo
parcial;
c) está cimentada en las perspectivas;
d) es explorable solo
intersubjetivamente;
e) para evaluar enunciados sobre ella
solo contamos con los productos de un consenso provisional colectivo, y
f) hállase sujeta a la manipulación en
aras del cambio citado.
3. La visión de lo real en la física cuántica
La física de Heisenberg (1959) descarta la visión
clásica de esta disciplina, cuyo
trasfondo filosófico es incardinado como
propio de la ontología del materialismo.
Acerca de los defensores de los principios
materialistas dice Heisenberg (1959):
Preferirían regresar a la idea de un mundo real
objetivo, cuyas partes más pequeñas existen objetivamente del mismo modo que
existen las piedras o los árboles, independientemente de si nosotros las
observamos o no. Esto, sin embargo, es imposible, o por lo menos no es
completamente posible por la naturaleza de los fenómenos atómicos, según se ha
analizado en algunos capítulos anteriores. A nosotros no nos corresponde decir
cómo desearíamos que fueran los fenómenos atómicos sino solamente comprenderlos
(pp. 106-107).
La cita anterior
revela un cambio con respecto a la cosmovisión de la física clásica, pues el
mundo atómico y subatómico no permite dilucidar las cosas en tanto realidades
concretas independientes del observador; la mirada de este interviene en su
comprensión.
De acuerdo con Carson (2003), la Ilustración y la revolución
científica impusieron un criterio de objetividad según el cual los científicos
no hablan por sí mismos, sino por una realidad extrapersonal, bajo un consenso
más allá de concurso. Los científicos enuncian como individuos no específicos,
obligados a un trabajo austero (ejercer la menor manipulación posible) y
conocedores en abstracto (Carson, 2003). Aquí sujeto y objeto son entidades
separadas y diferentes, el proceso es aséptico y el observador neutral; todo esto
constituye condición sine qua non para la validez del método (Jiménez, 2015). Este concepto de objetividad
fue impugnado justamente por teóricos de la física del siglo XX (Carson, 2003).
Heisenberg (1959) guarda algún parecido con
el Kant (2005) de la “Estética trascendental”
de la Crítica de la razón pura en un aspecto particular: el
mundo en sí (noúmeno) no es accesible, el observador aporta de suyo condiciones
para la observación (en el caso de Kant, tiempo y espacio) que impiden
establecer a las cosas en su propia naturaleza; no se puede investigar la
realidad tal y como es, sino únicamente la representación que los observadores
poseen de la misma. Heisenberg (1985) establece a la física como una
interpretación de la realidad, no una lectura. Esta idea se afianza cuando
afirma (1959) que
[e]n este
punto la teoría cuántica se halla intrínsecamente relacionada con la
termodinámica en cuanto todo acto de observación es, por propia naturaleza, un
proceso irreversible; solo mediante tales procesos irreversibles es como el
formalismo de la teoría cuántica puede relacionarse consistentemente con los
acontecimientos reales del espacio y el tiempo. La irreversibilidad vuelve a
ser -cuando se proyecta en la representación matemática del fenómeno- una
consecuencia del conocimiento incompleto que el observador tiene del sistema y
deja de ser completamente “objetiva” (p. 114).
La observación “pura”
puede aquí describirse con el epíteto de “imposible”: todo acto observatorio
presupone el depósito de la sensibilidad del sujeto en el objeto
estudiado. Heisenberg (1959) incluso plantea la
ocurrencia de tal problema independientemente de si la observación utiliza un
aparato o no. El intento de medir o la simple observación alteran el fenómeno (Jiménez, 2015). Acordemente con Harris (2009), citado por Kahil & Zaazou (2016), el mero acto de
observar genera cambio en la naturaleza de las partículas. Así, cuando se
encuentra con la realidad empírica a ser abordada, el científico no la
encuentra “tal cual es”, sino que de antemano ha sido modificada por el acto
mismo de observar. También puede añadirse que los objetos observados cambiarán
en su naturaleza según los perciba un observador u otro (Harris, 2009; citado
por Kahil & Zaazou, 2016). El físico ya no habla de la naturaleza “en sí”,
ni dan cuenta sus matemáticas del comportamiento de las partículas elementales,
únicamente lo hacen con respecto a sus conocimientos sobre ese comportamiento
(Heisenberg, 1985).
Según Carson (2003), Heisenberg plantea una
epistemología del intercambio subjetivo, donde puntos de vista particulares
son, por lo menos, coordinados. Este aspecto confiere a la mecánica cuántica
una estabilidad mayor al “todo vale”, pues la comunicación entre científicos
permite ‘cuasi-seguridades’; no se habla ya de una visión desde ningún lugar,
sino de una robustez intersubjetiva como reemplazo (Carson, 2003). Esta validez
consensual sustituye al aséptico principio de objetividad, según lo manejaba la
ciencia más tradicional.
Volviendo al tema de
la observación de lo real, caben otras acotaciones. Los planteamientos
anteriores descansan en hallazgos empíricos, puede citarse el tema cuántico de la imposibilidad de medir la velocidad de
los electrones y al mismo tiempo determinar su posición, cosa imposible, pues o
se realiza lo primero o lo segundo (Heisenberg, 1959). Este postulado cuántico se
denomina principio de incertidumbre y, dicho en otras palabras, quiere decir
que, si existe certeza sobre la posición probable de una partícula en el
espacio, necesariamente será incierta su velocidad, y viceversa (Harris, 2009; citado por Kahil y Zaazou, 2016). Además, no es posible
determinar la ubicación exacta de los electrones, sino que únicamente puede
establecerse una aproximación estadística de la misma (Heisenberg, 1959).
Según Margery (2010), la física de Heisenberg plantea
que el observador solo puede acceder a una información incompleta.
Einstein e Infeld (1986) establecen que
el estudio de la luz se enfrenta con una decisión, pues algunos fenómenos pueden
ser explicados por la teoría cuántica, pero no por la ondulatoria -háblese aquí
del efecto fotoeléctrico-; en otros casos, por ejemplo, la propiedad de la luz
de bordear un obstáculo, la mejor explicación descansa en la teoría ondulatoria
y no en la cuántica; finalmente, algunos fenómenos, como la propagación
rectilínea, se pueden explicar por ambas teorías. Al respecto Einstein e Infeld
(1986) sostienen:
Parece como si
debiéramos usar a veces una teoría y a veces otra mientras que en ocasiones se
puede emplear cualquiera de las dos. Estamos enfrentados con una nueva clase de
dificultad. Tenemos dos imágenes contradictorias de la realidad; separadamente
ninguna de ellas explica la totalidad de los fenómenos luminosos, pero juntas
sí (pp. 195-196).
De esto se desprende
una vez más el
carácter ambiguo de lo real
y también el papel del
observador,
quien puede escoger una perspectiva de observación según lo que quiera explicar
de los fenómenos luminosos. Esto choca diametralmente con las ideas
de Descartes (1984), quien afirmó que la verdad
de cada cosa es solo una, y quien la halla accede a todo lo que puede saberse.
Einstein Infeld (1986) coinciden c
Heisenberg en el tema de la relatividad de lo real;
sin embargo, los dos
primeros se diferencian tajantemente del
segundo
en cuanto confiaban en la ulterior
superación de la ambigüedad,
merced al desarrollo
de la física.
No obstante,
experimentos como el del gato de Schrödinger
apuntalaron el
postulado de la naturaleza en tanto entidad ambigua.
El tema del
sujeto-que-selecciona-un-ángulo para estudiar los fenómenos puede
constatarse también para el caso de las
teorías.
De acuerdo con Jiménez (2015), las investigaciones de
Einstein, Planck y otros grandes teóricos de la física del siglo XX arrojaron
un resultado:
·
que
las leyes de Newton pueden ser válidas en la explicación de
·
sucesos físicos comunes, pero
·
no para problemas de las partículas
subatómicas o el cosmos.
·
He
aquí otra disyuntiva que desdice el
principio de generalización a guisa de la ciencia moderna positivista.
·
Según
Jiménez (2015), Einstein intentó unificar los principios de la física clásica
·
(electromagnetismo
y mecánica) con la mecánica cuántica, pero murió sin llegar a
una respuesta.
·
Posteriormente
ha habido trabajos en esa línea, que han derivado en
la “teoría del todo” o “campo unificado”, pero cuya
epistemología no puede
ser ubicada en el paradigma de la ciencia moderna (Jiménez, 2015).
Recordemos que Descartes (1984) plantea en El
discurso del método que, aun cuando
hubiese otros mundos, en estos regirían las
mismas leyes, pues la legalidad de la
naturaleza es una sola.
En síntesis, tras abordar problemas
distintos a los sucesos físicos comunes, la física
topó con una realidad de la cual solo puede
hacer acercamientos fragmentarios.
La idea de la generalidad, tan propia de
la ciencia moderna, muestra desfase y
anquilosamiento con respecto a los
hallazgos y postulados de la física cuántica.
Lo real en sí es inaccesible, solo puede
investigarse sobre la base de las
representaciones que los sujetos
investigadores producen acerca de ello.
La realidad está representacionalmente
mediada.
Más aún, el mero hecho de observar
manipula lo observado, la naturaleza “en sí”
no es accesible. La ciencia se cimienta
en el consenso intersubjetivo y
no en dar cuenta cabal de objetos
accesibles y separables del sujeto.
4. Lo real en la investigación-acción y la física
cuántica.
Una propuesta comparativa
La visión de la
realidad de la I-A se parece a la propia de la física cuántica en distintos
elementos. Aun cuando sus ámbitos respectivos
son distintos, ambas construcciones
científicas guardan correspondencias relativas
a los marcos onto- lógicos de los cuales aducen partir.
Un ejemplo lo
constituye el concepto esquivo de lo
real.
La realidad no puede
ser captada ni aprehendida cabalmente por los sujetos.
La observación implica
la creación de representaciones; para el caso de la física,
los científicos no
pueden establecer el mundo en sí, pues incluso en casos dados
deben escoger entre dos vías posibles para
explicar un fenómeno.
Tal situación da al
traste con la idea de la objetividad de la ciencia moderna.
En la I-A se
trasciende este principio, pues no solamente resulta inválido buscar
un conocimiento abstracto y totalizador
(por cuanto se trabaja
con grupos y actores sociales dados) sino que, más allá,
el saber es construido
en perspectiva, emana del grupo de investigación
y sus particularidades. Para otros sujetos una
I-A en la cual no participaron deparará
solo conocimientos limitados, sujetos a una
necesaria extrapolación.
La I-A plantea el
acceso mediatizado a lo real. Así, esto se halla sujeto a un abordaje
interpretativo, pues si cada grupo construye
una verdad particular para sí, no ha
dilucidado la realidad sino como una vivencia
que aparece de acuerdo con sus
percepciones. Al existir diferentes
representaciones de un mismo fenómeno por parte
de distintos actores sociales, resulta
necesario abordar esas visiones a través de un método apropiado (Wilson, 2000).
De lo anterior se
deduce una convergencia: lo real no es accesible al pensarlo como
globalidad, sino que para el ojo humano tiene
su constitución en parcialidades, frente a lo cual resulta inevitable el
concurso del investigador. En el caso de la I-A tales
parcialidades están referidas a los
distintos grupos y sujetos;
para la física, lo parcial es dado por
las posibilidades contrapuestas
(o se determina la velocidad de los electrones,
o se establece su ubicación).
Pero la convergencia anterior es
acompañada por una divergencia, pues el rango de
parcialidades de lo real para la I-A remite al
número de los posibles grupos en los
cuales puede llevarse a cabo, en cambio para
la física cuántica, en el marco de los
autores seleccionados, las posibilidades de
trabajo están dadas
(a
veces son solo dos alternativas).
Aquí cabe una acotación sintética.
Tanto el método
cualitativo como la física cuántica
desechan el principio
de generalización según lo defiende la ciencia moderna.
No plantean principios
aplicables a una universalidad de casos.
Más bien efectúan el
establecimiento constructivo de legalidades adscritas a sectores
de realidad.
Lo pensado en torno a
una situación problemática puede no ser válido para otra.
Una reflexión especial
merece el tema de la intersubjetividad como garante de validez
científica. Desechado el precepto
del acceso cabal a los objetos por parte del sujeto, abandera la física cuántica el consenso
intersubjetivo, que permite establecer
‘cuasi-seguridades’. Para el caso de la I-A podemos
evidenciar que los sujetos
investigadores teorizan sobre la realidad de
los grupos, llegando a las
interpretaciones más razonables tras estudiar
y valorar colectivamente los distintos
diagnósticos.
Otro punto convergente se remite a la manipulación de la realidad.
Ambos ámbitos se
asemejan en el carácter influenciado de lo real:
el “ser en sí” escapa
inexorablemente.
No obstante, la
consecuencia de tal aspecto varía;
para el caso
de la I-A
esa influencia desemboca en el papel activo de los sujetos
investigadores, en términos de generar
condiciones de vida cualitativamente
diferentes para los participantes.
En el caso
de la física cuántica,
la influencia se refiere meramente a la
observación,
pues la objetividad total es imposible y
el sujeto de investigación per se manipula la
realidad que investiga. Al escoger teorías y
métodos ejerce una huella con el mero
acto de observar, de manera que lo real está
siempre influenciado.
Así, aun cuando existe una convergencia en la
manipulación de la realidad,
las repercusiones son distintas, en una
diferencia claramente establecida por los
diferentes
ámbitos estudiados, pues en el caso de la I-A las realidades son sociales.
Más allá de los elementos planteados,
debe decirse que comparaciones adicionales
resultarían impropias,
pues la I-A es una metodología de las ciencias sociales, un área que, si bien puede
tener puntos de encuentro con la física,
también cuenta con elementos
inconmensurables, dados los diferentes ámbitos
de estudio.
De esta manera, puede plantearse una
necesaria moderación del debate.
Es válido plantear que el actual replanteamiento
de la ciencia permitirá la retro y
proalimentación, pudiéndose cruzar los
linderos disciplinares y crear imágenes más
integradas (Martínez, 2009).
No obstante, también existen
especificidades que no pueden ignorarse. Aun cuando los
marcos ontológicos de los cuales se
parta contengan afinidades, los sectores de
realidad estudiados no son iguales y tienen
cualidades de tipo específico que decantan
en tareas propias.
Sobre los puntos de encuentro entre ambos ámbitos, pueden anotarse
fundamentaciones
adicionales. Establece Krempasky (2002) que
los logros de la
física ofrecen estímulos a todas las disciplinas, y sus paradigmas
influencian incluso a las humanidades. De
acuerdo con Martínez (2009), la (nueva)
física es un modelo de ciencia para los métodos
y conceptos de otras disciplinas,
y los postulados de la física cuántica han
tenido impacto en áreas como la psicología
o la lingüística.
Para Kahil & Zaazou (2016) la ciencia
psicológica y la administración emplean
principios de la física cuántica para explicar
el pensamiento paradójico en seres
humanos; estos autores incluso defienden que
los conceptos cuánticos son aplicados
en las organizaciones internacionales.
De esta manera, los
postulados de la física influyen en otras disciplinas, incluso en
algunas que, en apariencia, son distantes.
Las discusiones
académicas permiten ir más allá de las convergencias generales
señaladas anteriormente. Son posibles las
reflexiones en el campo específico de los
métodos de las ciencias.
Así, Jiménez (2015) plantea que cuando
aumentaron los cuestionamientos al
paradigma científico moderno, la “moda”
cualitativa se convirtió en un cambio
epistemológico. La crítica a la ciencia
moderna tuvo en la física cuántica un elemento
trascendental.
Por su parte, Martínez (2009) afirma que la crítica a
la ciencia moderna (que es
debatida por ejemplo durante el siglo XX)
cambia completamente las bases del
edificio científico (andamiaje metodológico,
estructura conceptual, concepciones del
ser). Dicha crítica ha dado paso a un paradigma
sistémico, en el cual se han inspirado
las metodologías cualitativas (Martínez,
2009).
En vista de lo
anterior, puede decirse que existe una congruencia entre la visión en
que se basan los métodos cualitativos y la
física cuántica.
Tal congruencia no
constituye una dinámica aleatoria, sino que surge de la irradiación de los
postulados cuánticos. La física ha sido desde el siglo XIX inspiradora de
modelos
de realidad para otras disciplinas. Los
desarrollos científicos recientes inspiraron
cambios gnoseológicos y epistemológicos, que a
su vez permitieron a los enfoques
cualitativos una fundamentación particular.
5.
Conclusiones
En torno a la pregunta generadora del presente
artículo -sobre
si existe correspondencia entre ambos conceptos acerca
de lo real-,
la respuesta es, a la luz de las discusiones,
positiva.
Existen distintas
concordancias entre la I-A y la física cuántica,
enraizadas en sus
marcos ontológicos, gnoseológicos y
epistemológicos, los cuales a su vez distan de los preceptos de la ciencia
moderna.
No obstante, la
comparación revela también algunas salvedades.
La I-A y la física cuántica parten de lo real como algo influenciado por el
observador,
no accesible en sí.
Plantean una incapacidad para su aprehensión cabal, pues el sujeto
investigador no
puede ejercer una labor ascética y
ejecuta una manipulación, inevitablemente.
La influencia, no obstante, conduce a consecuencias distintas, porque los
propósitos de ambos abordajes lo son.
La realidad consta de
parcialidades e investigarlas supone una elección; no obstante, las
alternativas
son más restringidas
para el caso de la física cuántica y
más abiertas para la
I-A, dadas las disimilitudes de sus correspondientes ámbitos de estudio.
En ambos casos solo
es posible un acceso representacional a lo real y el ejercicio
es interpretativo.
Se descarta en ambos la posibilidad de separar al sujeto
del objeto.
A la luz de los dos
abordajes científicos, el investigador y su entorno
constituyen entidades
que no son claras y distintas
(como planteaba
Descartes), sino implicadas entre sí.
Asimismo, el consenso intersubjetivo, fruto del diálogo por parte de una comunidad
participante, constituye una insoslayable herramienta, que otorga
un criterio de
validez a los enunciados científicos.
Lo válido no adquiere
dicha índole por su objetividad,
sino por su intersubjetividad.
Esto, desde luego, si
bien impugna preceptos de la ciencia moderna, no se iguala de
ninguna manera a un “todo vale”.
El presente artículo
comprueba la idea de de una consonancia entre los
desarrollos cualitativos de las ciencias sociales y la teoría cuántica.
Jiménez (2015) y Gurdián (2010)
Desde luego, la
concordancia contiene matices, también salvedades, de necesaria
explicación. Si bien existen similitudes, los
procesos de la investigación-acción no
pueden reducirse a los conceptos de la física
cuántica; esta reflexión no está de más
en momentos en que surgen algunas
epistemologías sociales excesivamente
integradoras.
Para futuras
investigaciones, el presente artículo arroja una interrogante cardinal:
¿Leyeron los teóricos de la I-A las obras de
Heisenberg y otros físicos de la
contemporaneidad?
¿Aconteció un contacto
directo con las investigaciones?
¿O los teóricos
sociales únicamente tuvieron acceso a las nuevas ideas físicas por
irradiación cultural, de modo indirecto?
El trabajo por realizarse
deberá ser más histórico que especulativo.
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Notas
Para citar
este artículo Nani,
D. F. (2018). La realidad según la física cuántica y la investigación-
acción. Universitas Philosophica, 35(70), pp. 65-83. ISSN
0120-5323, ISSN en línea 2346-2426. doi:10.11144/Javeriana.uph35-70.rfci
Notas
1 De ninguna manera se parte aquí de
la existencia de un consenso total entre los autores citados; recuérdese que
incluso entre los principios defendidos por Einstein y por Heisenberg
existieron divergencias (Heisenberg, 1959). Tales controversias no se analizan
en el presente ensayo porque representan un tópico ajeno a sus finalidades. Se
retoma a Heisenberg y Einstein e Infeld por su papel trascendental en el
desarrollo de la física, considerando cierto punto de convergencia en un
apartado posterior del presente artículo.
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