VACUNA II Peligros Mejora dependiente anticuerpos
Escrito
por J.B. Handley
Traducido por el equipo de
MaterialdeNMG
La historia y los datos brindan respuestas claras que son de gran importancia en el debate actual sobre las vacunas, ya que la carrera contra el COVID-19 nos empuja hacia una vacuna que podría ser obligatoria para todos.
Desde 1900,
la tasa de mortalidad en Estados Unidos y otros países del primer mundo ha
disminuido aproximadamente un 74%, lo que supuso una considerable mejora en la
calidad y esperanza de vida de los estadounidenses.
Ahora bien,
¿qué es lo que provocó dicha mejoría? ¿Por qué la tasa de mortalidad se
redujo tan precipitadamente?
Si uno escucha a los promotores de vacunas, éstos simplemente responden que las vacunas nos salvaron. Pero, lo absurdo de esta narrativa es lo fácil que podemos refutarla, aunque los datos se oculten deliberadamente. Sin embargo, el hecho de que persista este falso discurso -fácilmente demostrable- nos dice mucho sobre el mundo en el que vivimos, y espero animar a los padres a reconsiderar la veracidad de muchas de las informaciones promovidas sobre las vacunas, así como investigar por sí mismos.
1970, Dr. Edward H. Kass
El 19 de
octubre de 1970, de pie ante sus colegas, el Dr. Edward H. Kass –de Harvard- pronunció un discurso durante la
reunión anual de la Sociedad de
Enfermedades Infecciosas de América que, probablemente, hoy le hubiera costado perder su título médico.
Pero en ese momento, era el presidente de la organización, con lo cual todo lo
que dijo sobre el papel de las vacunas en la reducción de las tasas de
mortalidad en Estados Unidos fue aún más impactante, al menos para el debate
estándar actual.
Sin
embargo hoy, cuarenta y ocho años después
del discurso del Dr. Kass, las vacunas -promocionadas por quienes más se
benefician de su uso- han adquirido un estatus mitológico en muchos lugares del mundo, mediante mantras
repetidos una y otra vez:
“Es indudable que las vacunas salvaron al mundo. Por lo tanto, todos los niños deben vacunarse. De lo contrario, estaremos permitiendo el regreso de enfermedades infantiles mortales. Si no vacunas a tu hijo, morirá. Y si cuestionas la vacunación, aunque sea mínimamente, eres un anti-vacunas que debería ser rechazado y repudiado por la sociedad”.
Pero, ¿y si
la mayor parte de la historia sobre el papel que jugaron las vacunas en la
disminución de la mortalidad no fuera cierta?
En su famoso
discurso, el Dr. Kass advirtió a sus colegas en el tratamiento de enfermedades
infecciosas del peligro de sacar conclusiones falsas acerca de POR QUÉ la tasa
de mortalidad había disminuido, ya que todo ello podría derivar en factores
erróneos:
“… a menudo, aceptamos medias verdades y dejamos de buscar las verdades completas. Las principales medias verdades aceptadas fueron que la investigación médica había erradicado a los grandes asesinos del pasado (tuberculosis, difteria, neumonía, sepsis puerperal, etc.) y que ella y nuestro sistema superior de atención médica fueron factores importantes que aumentaron la esperanza de vida, proporcionando al pueblo estadounidense el más alto nivel de salud en el mundo. Actualmente, sabemos que tan solo se trata de verdades a medias, pero no hasta qué punto”.
Luego, el
Dr. Kass compartió algunos gráficos reveladores con sus colegas. Intento
imaginarme a todo un presidente de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de América compartiendo hoy alguno de estos gráficos en
una reunión de funcionarios del sistema de salud pública. Me imagino a
alguien apagando las luces de la sala, para abordarlo y sacarlo del escenario.
He aquí el primer gráfico que el Dr. Kass compartió en 1970:
Pero… ¡
esperen un minuto ! El cuadro del Dr. Kass ni siquiera incluye la vacuna
contra el sarampión … ¡ qué curioso !
Bueno, en
1970, la vacuna contra el sarampión estaba comenzando a implementarse y, como
se puede comprobar con claridad, el sarampión ya había experimentado, desde
hacía mucho tiempo, una disminución dramática en la mortalidad.
También presentó un gráfico similar sobre la Pertussis (tos ferina) donde, ahora sí, se puede ver cuándo se introdujo realmente la vacuna contra la tos ferina.
También mostró un gráfico para la escarlatina, el cual incrementa aún más la confusión sobre el papel de las vacunas. Y es que nunca ha existido una vacuna contra la escarlatina y, sin embargo, el gráfico que muestra la enorme disminución de la mortalidad por escarlatina se parece mucho a la del sarampión y a la de la tos ferina:
¿Cuál es la conclusión?
Es obvio que
el Dr. Kass intentaba hacer llegar a sus colegas a una simple conclusión, pero
con profundas implicaciones para la salud pública. Y su razonamiento me
parece tan importante que prefiero citarlo textualmente:
“Esta disminución de las cifras en ciertas
dolencias -que se correlacionan con circunstancias socioeconómicas- es
simplemente el acontecimiento más importante de la historia de la salud humana
y, sin embargo, solo tenemos nociones muy vagas y generales sobre cómo ocurrió
y por qué la mejora socioeconómica y la disminución de las tasas de esas
enfermedades se produjeron en paralelo”.
El Dr. Kass
pidió entonces a sus colegas que, con mente abierta, valorasen POR QUÉ las
enfermedades infecciosas habían disminuido tan drásticamente en Estados Unidos,
así como en otros países del Primer Mundo. ¿Fue la nutrición? ¿Los métodos
sanitarios? ¿La reducción del hacinamiento en las viviendas? Desde entonces,
hemos aprendido que la respuesta a las tres preguntas es SÍ. Alentó a sus
colegas a no sacar conclusiones precipitadas, a mantener la objetividad y a “abrirse a nuevas posibilidades”.
Afortunadamente
para nosotros, el discurso del Dr. Kass aquel día se ha guardado para la
posteridad, ya que se imprimió íntegramente en una revista médica; de hecho en
la publicación que fundó él mismo: The Journal
of Infectious Diseases. Discurso que tituló
como Infectious Disase and Social Change (Enfermedades
Infecciosas y Cambio Social).
En dicho
discurso, encuentro muy significativos algunos puntos, especialmente porque el
Dr. Kass era el presidente de la Sociedad de
Enfermedades Infecciosas de América. A
saber:
- Nunca se refirió a las vacunas como “el mayor invento de la humanidad” ni a ninguna de las otras maneras con las
que sus promotores las describen constantemente en la prensa actual. Las
vacunas no fueron responsables de salvar “millones de vidas” en los Estados Unidos, como bien sabía
el Dr. Kass.
- De hecho, nunca dio mucho crédito al papel de
las vacunas en la drástica disminución de la mortalidad en el mundo
desarrollado; lo que tiene sentido, porque ninguno de los datos que tenía
respaldan esa opinión.
Lo que me
hizo preguntarme:
¿habrá
intentado alguien poner en contexto la contribución real de las vacunas en la
disminución de la mortalidad humana durante el s.XX?
O dicho de
otra manera: ¿hay datos que midan exactamente cuánto impacto
tuvieron? Pues bien, los hay. Sigan leyendo.
McKinlay & McKinlay:
el estudio más famoso del que nunca se ha oído hablar
No será la
lectura más fácil del mundo, pero espero que se tomen el tiempo de leer esto
palabra a palabra.
En 1977, los
epidemiólogos de la Universidad
de Boston John y Sonja McKinlay -eran pareja- publicaron un trabajo fundamental
sobre el papel que desempeñaron las vacunas (y otras intervenciones médicas) en
la masiva disminución de la mortalidad observada en el s.XX, ese 74% que
mencioné en el primer párrafo. Y no solo eso, sino que su estudio advirtió
ya entonces del comportamiento que estamos viendo en el mundo en torno a las
vacunas. Es decir, advirtieron que un grupo de especuladores podría
atribuir más crédito a los resultados de una única intervención (vacunas) de lo
que en realidad merecen y luego usar esos falsos resultados para crear un mundo
en el que todos debieran usar su producto. ¡En serio, predijeron que sucedería!
(Cabe destacar que el estudio McKinlay solía ser de lectura obligatoria en
todas las facultades de Medicina).
Publicado en
1977, en The Millbank Memorial Fund
Quarterly, el estudio de los McKinlay
se tituló La cuestionable contribución de las
medidas médicas a la disminución de la mortalidad en Estados Unidos durante el
s.XX.
El estudio
demostró claramente, con datos, algo que los McKinlay ya postularon que podría
ser visto por algunos como una “herejía” médica. A saber, que:
” la introducción de medidas médicas específicas y/o la expansión de los servicios médicos no fueron, en general, responsables de la mayor parte de la disminución moderna de la mortalidad”
Y por
“medidas médicas” los McKinlay realmente querían decir CUALQUIER COSA que se le
hubiera ocurrido a la medicina moderna, ya fueran antibióticos, vacunas, nuevos
medicamentos recetados, lo que fuera. El estudio de 23 páginas de los
McKinlay debería leerse de principio a fin pero, en resumidas cuentas,
analizaron el impacto que tuvieron las intervenciones médicas (antibióticos,
cirugía, vacunas) en la disminución masiva de las tasas de mortalidad que hubo
entre 1900 y 1970. Y éstas son algunas de las principales conclusiones de su
artículo:
- El 92’3% de la disminución de la tasa de
mortalidad ocurrió entre 1900 y 1950; por lo tanto, antes de que existiera
la mayoría de las vacunas.
- Las medidas médicas “parecen haber contribuido poco a la
disminución general de la mortalidad en Estados Unidos desde 1900, ya que
fueron introducidas en muchos casos varias décadas después de que ya se
hubiera establecido una marcada disminución de la mortalidad, y por lo
tanto no pudieran tener influencia detectable en la mayoría de los casos”.
Y aquí
tenemos dos incongruencias …
El documento
contiene además dos puntos importantes que quiero resaltar. El primero
hace referencia a las vacunas:
“Incluso si se asumiera que este cambio se debió en su totalidad a las vacunas, entonces solo alrededor del 1% de la disminución después de las intervenciones para las enfermedades aquí consideradas podría atribuirse a medidas médicas. Si de manera más conservadora atribuimos a las medidas médicas parte de la caída posterior en las tasas de mortalidad por neumonía, gripe, tos ferina y difteria, entonces tal vez el 3’5% de la caída en la tasa de mortalidad general pueda explicarse por las intervenciones médicas en las principales enfermedades infecciosas. Precisamente, para estas enfermedades en las que la Medicina afirma tener mayor éxito en la reducción de la mortalidad, el 3,5 por ciento probablemente represente una estimación máxima superior razonable de la contribución total de las medidas médicas en disminución de la mortalidad en los Estados Unidos desde 1900 “.
En pocas
palabras, de la disminución total de la mortalidad desde 1900, ese 74% que sigo
mencionando, las vacunas (y otras intervenciones médicas como los antibióticos)
fueron responsables de entre el 1% y el 3’5%. Dicho de otra manera, al menos el
96’5% de la disminución (y probablemente más que eso, ya que sus números
incluían TODAS las intervenciones médicas, no SOLO vacunas) no tuvo nada que
ver con las vacunas.
No puedes decir que salvaste a la humanidad si, como máximo, fuiste responsable del 3,5% de la disminución de las tasas de mortalidad desde 1900 (y probablemente más cerca del 1%).
Es más, los
McKinlay escribieron algo que me hizo reír a carcajadas, porque describe algo
que vemos a diario en el mundo actual sobre la vacunación:
“Actualmente,
no es raro que el conocimiento biotecnológico y las intervenciones médicas
específicas sean invocadas como la principal razón de la mayor parte de la
disminución de la mortalidad en el s.XX. A menudo, la responsabilidad de esta
disminución se la atribuyen o la reclaman los principales beneficiarios de esta
explicación predominante “.
¿Les suena familiar?
2000:
los CDC ponen el último clavo en el ataúd
En 1970, el
Dr. Kass planteó la idea de que los funcionarios de salud pública deben tener
cuidado de no dar crédito a argumentos equivocados en relación a la disminución
masiva de la tasa de mortalidad del s.XX en el mundo desarrollado. En 1977, los
Dres. McKinlay & McKinlay aportaron datos que avalan las ideas del Dr.
Kass, demostrando que las vacunas (y otras intervenciones médicas) solo fueron
responsables de entre el 1-3,5% de la disminución total de la mortalidad desde
1900. En 2000, los científicos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) volvieron a confirmar todos estos datos,
además de proporcionar más información sobre los factores que realmente habían
ocasionado tal disminución.
En
septiembre de ese mismo año, los epidemiólogos de la Johns Hopkins University y los CDC publicaron en Pediatrics el trabajo Resumen anual de estadísticas
vitales: tendencias en la salud de los estadounidenses durante el s.XX, confirmando
así las propuestas de los McKinlay:
“Por lo tanto,
la vacunación no explica la impresionante disminución de la mortalidad
observada en la primera mitad del s.XX. Casi el 90% de la disminución de la
mortalidad por enfermedades infecciosas entre los niños estadounidenses ocurrió
antes de 1940, cuando había pocos antibióticos o vacunas disponibles”.
El estudio continúa explicando los verdaderos factores responsables de esa disminución masiva de la mortalidad: “el tratamiento del agua, la seguridad alimentaria, la eliminación organizada de desechos sólidos y la educación pública en prácticas de higiene”. Además, se añade que “la mejoras en el hacinamiento en las ciudades estadounidenses” jugaron un papel importante. Agua limpia, comida segura, nutrición, plomería, higiene. Éstas fueron las razones principales por las cuales la mortalidad disminuyó de manera tan vertiginosa, al menos según la ciencia y los datos publicados.
Historia reciente
Recibo
reacciones verdaderamente intensas cuando comparto este gráfico, compilado
a partir de datos de los CDC:
Puede verse que 9 de las vacunas que hoy se administran a los niños ni siquiera existían a mediados de la década de los ochenta. Además, las tasas de vacunación para las tres vacunas que existían rondaban el 60% o menos hasta mediados de esa década. Sin embargo, actualmente las tasas de vacunación están muy por encima del 90% para los niños estadounidenses. Llegados a este punto, me parece pertinente preguntar, “y… ¿por qué tanto pánico”? Si observamos este gráfico y reflexionamos durante el tiempo suficiente, nos daremos cuenta de lo absurda que es en realidad la noción de “inmunidad colectiva” a mediados de los ochenta. Ni siquiera hoy estamos cerca de eso porque las tasas de vacunación en adultos siguen siendo bajas y los efectos de las vacunas disminuyen con el tiempo.
¿Por qué importa la verdad
Ya
advirtieron los McKinlay que si se hacía creer incorrectamente a los
estadounidenses y al resto del Primer Mundo que las vacunas fueron la causa de
la drástica disminución de la mortalidad en el s.XX podría luego abusarse de
esa afirmación errónea para:
- Expandir rápidamente las vacunas administradas
a niños.
- Perseguir a los padres que no acepten el
programa de vacunación y hacer que se sientan culpables.
- Hacer obligatorias las vacunas.
- Hablar sobre vacunas en términos tan
reverenciales que incluso cuestionarlas -como hago yo en este artículo- se
considere sacrílego e irresponsable. Y,
- Negar que las vacunas puedan provocar daños a fin de ir a toda máquina (y, por cierto, se estima que las vacunas dañan aproximadamente al 2% de quienes las reciben según un estudio encargado y pagado por los CDC tras automatizar su seguimiento. El “uno por millón” -cifra lanzada por los promotores de las vacunas- es, simplemente, una mentira insostenible).
África y otros países del Tercer Mundo
Los
promotores de vacunas suelen citar estadísticas sobre las muertes actuales por
enfermedades infecciosas que suenan profundamente alarmantes. Usando ejemplos
de una enfermedad como el sarampión, pretender poder explicar cuántos niños
todavía mueren de sarampión cada año y, por tanto, cuán importante es que TODOS
los padres estadounidenses vacunen a sus hijos contra dicha enfermedad. Por
supuesto, lo que no mencionan es que estas muertes por enfermedades infecciosas
están ocurriendo en lugares que todavía tienen condiciones de calidad de vida
similares a las de los niños estadounidenses a principios del s.XX: mala
nutrición, sin fontanería ni refrigeración, pésima higiene o hacinamiento. La
mayor parte de los avances que realmente hicieron disminuir la mortalidad no
han llegado a muchas partes de África y otros países del Tercer Mundo y el uso
de vacunas no va a cambiar eso. Y es que como ya dijo el Dr. Kass lo que había
que hacer ante todo es saber realmente qué condujo a la disminución de
mortalidad ¡y hacer más de lo mismo!
De hecho, ahora tenemos algunos datos que muestran que vacunar a los niños que viven en situaciones de mala nutrición y de falta de saneamiento en realidad puede hacer más daño que bien:
El “Estudio Aaby
Publicado en
la revista EBioMedicine, revisada por pares en 2017, el estudio se titula “La
introducción de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina y la
poliomielitis oral entre los bebés en una comunidad africana urbana: un
experimento natural”.
Investigadores
del Centro de Investigación de Vitaminas y Vacunas, Statens Serum Institut
(Dinamarca) y Bandim Health Project analizaron de cerca los datos de
Guinea-Bissau en África Occidental. Y lo que hicieron fue analizar en detalle
el concepto NSE (efectos no específicos) de las vacunas que
no es sino una forma elegante de decir que pueden hacer que un niño sea más
susceptible a otras infecciones. Y lo que constataron es que la vacuna DTP
(difteria, tétanos, tos ferina) que se puso a los niños africanos
“se asociaba a una mortalidad 5 veces mayor que
la provocada por la falta de vacunación”.
Añadiendo:
“Ningún
estudio prospectivo ha mostrado efectos beneficiosos de supervivencia de la DTP
(…) La DTP es la vacuna más utilizada (…) La evidencia disponible actualmente
sugiere que la vacuna DTP puede matar a más niños por otras causas que vidas
salva de la difteria, el tétanos o la tosferina. Aunque la vacuna pudiera
proteger a los niños contra esas enfermedades puede también aumentar simultáneamente
la susceptibilidad a infecciones no relacionadas».
En resumen,
esto significa que administrar la vacuna DTP a un niño africano puede provocar
que el niño contraiga otras enfermedades infecciosas. Todo indica que en África
las condiciones de vida son más importantes que esa vacuna (como cabía esperar
del trabajo del Dr. Kass y de los Drs. McKinlay), y la vacuna DTP realmente
hizo más daño que bien.
Vale la pena señalar que el Dr. Aaby era un investigador de vacunas de gran prestigio, hasta que publicó este estudio en 2017. Tengo entendido que desde entonces perdió sus fuentes de financiación. ¡ Bienvenidos al mundo actual de la “ciencia” de las vacunas !
Cada segundo niño
Tenemos otro ejemplo del mundo real de este fenómeno de finales de la década de 1970. El Dr. Archie Kalokerinos hizo un descubrimiento simple, como él explica
“Al
principio fue solo una simple observación clínica. Comprobé que muchos bebés,
después de recibir vacunas de rutina como el tétanos, la difteria, la
poliomielitis, la tos ferina o lo que sea, se enfermaban. Algunos gravemente,
de hecho algunos murieron. Fue una observación, no una teoría. Así que mi
primera reacción fue estudiar los porqués. Por supuesto, descubrí que era más
probable que sucediera en bebés ya enfermos en el momento de recibir luna
vacuna, incluso bebés que habían estado enfermos recientemente, o estaban
incubando una infección. Por supuesto, en las primeras etapas de la incubación
no hay forma alguna de que alguien pueda detectar la enfermedad ya que aparecen
más tarde. Además, algunas de las reacciones a las vacunas no fueron las mismas
que se enumeran en la literatura estándar. De hecho, fueron reacciones muy
extrañas.
Una tercera
observación fue que con algunas de estas reacciones que normalmente resultaban
en muerte, descubrí que podía revertirlas administrando grandes cantidades de vitamina
C por vía intramuscular o intravenosa; de hecho logré una drástica caída de la mortalidad
entre los bebés del área que controlaba. Una caída muy significativa. Pues
bien, aunque lo razonable era que las autoridades se interesaran por mis
observaciones su reacción fue de extrema hostilidad. Eso me obligó a
investigar más a fondo la vacunación y cuanto más estudiaba más sorprendido me
sentía. Hasta que descubrí que todo el negocio de las vacunas es un
gigantesco engaño. La mayoría de los médicos están convencidos de que son
útiles pero si observas las estadísticas adecuadas y estudias el caso de esas
enfermedades te das cuenta de que no es así”.
Además, en
1995, el Dr. Kalokerinos agregaría que:
«Si quieres
ver el daño que hacen las vacunas no vengas a Australia, a Nueva Zelanda o a
cualquier otro lugar: ve a África y allí lo verás».
Justo lo que
el estudio del Dr. Aaby corroboró en 2017.
Claro que la
verdad se supo ya a principios de 1900, antes incluso del rápido descenso de la
mortalidad. El inglés John Thomas
Biggs era ingeniero sanitario en
su ciudad –Leicester-, responsable de responder activamente a los brotes de
viruela y se percató pronto de que los resultados que se obtenían con el
saneamiento superaban
ampliamente el impacto de la vacunación
(además de ver daños dramáticos causados por las ineficaces vacunas). De
hecho lo contó en 1912 escribiendo un artículo titulado Leicester: Sanitation versus
Vaccination. Luego hace ya más de cien años que el Sr. Biggs
descubrió lo que reafirmaron en el 2000 los CDC: nada protege tanto de las
enfermedades infecciosas como una adecuada higiene.
“Leicester ha proporcionado pruebas irrefutables de
la capacidad e influencia de la higiene sanitaria no solo para combatir y
controlar las enfermedades infecciosas en el entorno sino prácticamente para
eliminarlas (…) Una ciudad basada en los principios actualizados de espacio y
aire limpios que adopte el Método Leicester de saneamiento permitiría desafiar
no solo a la viruela sino a casi todas las enfermedades micóticas».
Algo que el
famoso Dr. Andrew Weil refuerza explicando que “la Medicina se ha apropiado sin merecerlo de
algunos avances en la salud. La mayoría de la gente cree que la victoria
sobre las enfermedades infecciosas del siglo pasado se produjo con la invención
de las inmunizaciones pero el cólera, la fiebre tifoidea, el tétanos, la
difteria, la tosferina y otras estaban en declive antes de que las vacunas
estuvieran siquiera disponibles gracias a unos mejores métodos de saneamiento,
eliminación de aguas residuales y distribución de alimentos y agua”.
¿Qué hemos aprendido del confinamiento?
Hoy mismo,
Amy Becker y Mark Blaxill publicaron este extraordinario análisis
titulado Lecciones del confinamiento:
¿por qué mueren tantos pocos niños? Debe leerse en su totalidad, porque plantea
una gran pregunta: ¿están todas las causas de muerte de niños durante el
confinamiento, y en particular el síndrome de muerte súbita del lactante (SIDS
por sus siglas en inglés), porque los bebés no están siendo vacunados?
Escriben:
“La Covid-19
es única entre todas las pandemias recientes en cuanto a que la tasa de
mortalidad es medible, real y convincente. También es casi seguro que será
transitorio, pero eso no impedirá que el gigante de la propaganda avance. Sin
embargo, como dice el refrán, “los mejores planes trazados por ratones, a los
hombres a menudo les salen mal”. Lo que nadie hubiera predicho antes de la
Covid-19 es que la respuesta de bloqueo extremo ha producido un experimento
natural que en realidad cuestiona las mismas acciones (vacunas generalizadas y
obligatorias para todos) que la comunidad de enfermedades infecciosas y salud
pública ha estado impulsando durante años. Debemos lamentar la muerte de los
ancianos en las residencias para mayores de Manhattan, pero también prestar
atención a los cientos de muertes infantiles evitadas. Solo con ese tipo de
equilibrio sacaremos las lecciones adecuadas de la pandemia y los bloqueos que
han seguido a su paso”
Finalmente
Las vacunas
no salvaron a la humanidad: su impacto en la disminución de la mortalidad
oscila entre el 1% y el 3’5%. Lo que fue realmente clave es la mejora del
saneamiento y la elevación de los niveles de vida (nutrición, condiciones de
vida, etc.) ¿Contribuyeron a una pequeña disminución de algunas enfermedades
agudas? Sí* (Ver NOTA
DEL EQUIPO DE MATERIALDENMG); pero ese
relativo beneficio se exagera hasta el extremo y se usa para intimidar, culpar
y asustar a los padres.
* NOTA DEL EQUIPO DE
MATERIALDENMG
Conociendo la 4ª Ley Biológica de la Naturaleza, y
el rol beneficioso de los microbios, es evidente que en nuestro equipo no
compartimos esta opinión, por supuesto. Creemos que no es necesaria ninguna
vacunación y que todas las vacunas sin excepción pueden ser fuente de choques
biológicos o complicaciones a corto, mediano o largo plazo.
¿Estoy
diciendo, en suma, que nadie debería vacunarse? No, no estoy diciendo eso. Las
vacunas protegen temporalmente de algunas enfermedades agudas. Algunas de forma
más importante que otras. Creo sin embargo que ponemos demasiadas y que a
menudo se oculta la ecuación riesgo/beneficio de cada una. Aunque lo peor es
que la mentira de que las vacunas salvaron a la humanidad en el s.XX ha
convertido a muchos de sus promotores en fanáticos a pesar de que sus
aseveraciones no están respaldadas por los hechos. Inocúlese pues tantas
vacunas como quiera ya que hay que respetar el derecho a que cada cual decida
libremente sobre la atención médica que desee recibir. No haré cola para
ponerme la vacuna COVID-19.
NOTA
Si le interesa indagar a fondo en la verdadera historia de las enfermedades
infecciosas le sugiero dos textos: el primero, el asombroso libro Disolviendo ilusiones de Suzanne Humphries; el segundo, un artículo
de Roman Bystriany titulado Measles: The New Red Scare (si lo lee
quedará profundamente desilusionado por la exageración de los medios pero ¡no
diga que no se lo advertí!). Termino agregando que el periodista Lawrence
Solomon ha escrito asimismo dos excelentes artículos sobre el sarampión: The untold story of measles y Vaccines can’t prevent measles
outbreak.
ACERCA DEL AUTOR
J.B. Handley es el
autor del best-seller ‘How to End the Autism Epidemic‘. Se graduó con honores de la Universidad de
Stanford y, actualmente, desarrolla su activida como miembro gerente de Bochi Investments, una firma de inversión privada.
Peligros de la Mejora dependiente de anticuerpos de la vacuna contra coronavirus
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Peligros de la Mejora dependiente de anticuerpos de la vacuna contra coronavirus
Luego de ser aplicada esta vacuna contra el coronavirus masivamente, en el primer año o dos puede parecer que no existe un problema de seguridad real, y con el tiempo, un mayor porcentaje de la población mundial será vacunado debido a esta supuesta “seguridad” . Durante este período intermedio, el virus está ocupado mutando. Finalmente, los anticuerpos que los individuos vacunados tienen en su torrente sanguíneo ahora se pueden volver no neutralizantes porque no se pueden unir al virus con la misma afinidad debido al cambio estructural resultante de la mutación. La disminución de las concentraciones del anticuerpo a lo largo del tiempo también contribuiría a este cambio hacia la no neutralización. Cuando estas personas previamente vacunadas están infectadas con esta cepa diferente de SARS-CoV-2, podrían experimentar una reacción mucho más severa al virus.
Independientemente de la convicción de alguien sobre las vacunas, la Mejora dependiente de anticuerpos (ADE), debe ser reconocido. Este artículo, explica cómo funciona ADE y los peligros futuros que puede traer. En este momento, se estima que la tasa de mortalidad del virus es aproximadamente del 0.26%, y este número parece estar disminuyendo a medida que el virus se está atenuando naturalmente en la población. Sería una gran equivocación vacunar a toda la población contra un virus con una tasa de mortalidad tan baja, especialmente teniendo en cuenta el considerable riesgo presentado por ADE. A pesar de esto los laboratorios fabricantes estarán exentos de reclamos de responsabilidad por la vacuna contra el coronavirus en la mayoría de los países
Los medicamentos basados en anticuerpos y las vacunas contra el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2) se están acelerando mediante el desarrollo clínico y preclínico. Los datos del estudio del SARS-CoV y otros virus respiratorios sugieren que los anticuerpos anti-SARS-CoV-2 podrían exacerbar el COVID-19 a través de la mejora dependiente de anticuerpos (ADE). Estudios previos de vacunas contra el virus sincitial respiratorio y el virus del dengue revelaron riesgos de seguridad clínica humana relacionados con el ADE, lo que resultó en ensayos de vacunas fallidos. Aquí, describimos los mecanismos clave de ADE y discutimos las estrategias de mitigación para las vacunas y terapias del SARS-CoV-2 en desarrollo. También describimos los datos publicados recientemente para evaluar los riesgos y oportunidades de la protección basada en anticuerpos contra el SARS-CoV-2.
Anticuerpo Neutralizante
Para que una vacuna funcione, nuestro sistema inmunitario necesita ser estimulado para producir un anticuerpo neutralizante. Un anticuerpo neutralizante es aquel que puede reconocer y unirse a alguna región (‘epítopo’) del virus, y que posteriormente da como resultado que el virus no entre o no se replique en sus células.
Anticuerpo no Neutralizante
Un anticuerpo no neutralizante es aquel que puede unirse al virus, pero por alguna razón, el anticuerpo no logra neutralizar al virus. Esto puede ocurrir, por ejemplo, si el anticuerpo no se une lo suficientemente fuerte al virus, o si el porcentaje de la superficie del virus cubierto por el anticuerpo es demasiado bajo, o la concentración del anticuerpo no es lo suficientemente alta. Básicamente, existe algún tipo de unión genérica del anticuerpo al virus, pero no logra neutralizar el virus.
Mejora dependiente de anticuerpos (ADE)
En algunos virus, si una persona alberga un anticuerpo no neutralizante contra el virus, una infección posterior por el virus puede provocar que esa persona provoque una reacción más severa al virus debido a la presencia del anticuerpo no neutralizante. Esto sucede solo en algunos virus. Esto se llama Mejora dependiente de anticuerpos (ADE) y es un problema común con el virus del dengue, el virus del Ébola, el VIH, el VSR y la familia de los coronavirus. De hecho, este problema de ADE es una razón importante por la cual fallaron muchos ensayos de vacunas previas para otros coronavirus. Se observaron importantes problemas de seguridad en modelos animales. Si ADE ocurre en un individuo, su respuesta al virus puede ser peor que su respuesta si nunca antes hubieran desarrollado un anticuerpo.
Un anticuerpo puede convertirse en un anticuerpo no neutralizante simplemente porque no se une a la porción correcta del virus para neutralizarlo o porque el anticuerpo se une demasiado débilmente al virus. Esto también puede ocurrir si la concentración de un anticuerpo neutralizante disminuye con el tiempo y ahora ya no tiene la concentración suficiente para causar la neutralización del virus. Además, un anticuerpo neutralizante puede pasar posteriormente a ser un anticuerpo no neutralizante cuando se encuentra con una cepa diferente del virus.
Se desconoce el mecanismo exacto de la Mejora dependiente de anticuerpos, ADE en el SARS, pero la teoría principal se describe de la siguiente manera:
en ciertos virus, la unión de un anticuerpo no neutralizante al virus puede dirigir al virus a ingresar e infectar sus células inmunes. Esto ocurre a través de un receptor llamado FcγRII. FcγRII se expresa en el exterior de muchos tejidos de nuestro cuerpo, y en particular, en macrófagos derivados de monocitos, que son un tipo de glóbulo blanco. En otras palabras, la presencia del anticuerpo no neutralizante ahora dirige al virus a infectar las células de su sistema inmune, y estos virus pueden replicarse en estas células y causar estragos en su respuesta inmune. Un extremo del anticuerpo se adhiere al virus y el otro extremo del anticuerpo se adhiere a una célula inmune. Esencialmente, El anticuerpo no neutralizante permite al virus engancharse para infectar las células inmunes. Puedes ver esto en la imagen de arriba.
Esto puede causar una respuesta hiperinflamatoria, una tormenta de citoquinas y una desregulación general del sistema inmunitario que permite que el virus cause más daño a nuestros pulmones y otros órganos de nuestro cuerpo. Además, los nuevos tipos de células en todo nuestro cuerpo ahora son susceptibles a la infección viral debido a la vía de entrada viral adicional facilitada por el receptor FcγRII, que se expresa en muchos tipos de células diferentes.
Lo que esto significa que esta vacuna, puede hacer que su sistema inmunitario produzca un anticuerpo para la vacuna, y luego, cuando su cuerpo es realmente desafiado con el patógeno real, la infección es mucho peor que si no hubiera sido vacunado.
Es muy probable que los factores genéticos, así como el estado de salud del individuo, puedan desempeñar un papel en la modulación de esta respuesta. Dicho esto, hay muchos estudios (en la sección de referencia a continuación) que demuestran que ADE es un problema persistente con los coronavirus en general, y en particular, con los virus relacionados con el SARS. Se sabe menos, por supuesto, con respecto al SARS-CoV-2, pero las similitudes genéticas y estructurales entre el SARS-CoV-2 y los otros coronavirus sugieren que este riesgo es real.
ADE ha demostrado ser un desafío serio con las vacunas de coronavirus, y esta es la razón principal por la que muchos han fallado en los primeros ensayos in vitro o en animales. Por ejemplo, los macacos rhesus que fueron vacunados con la proteína Spike del virus del SARS-CoV demostraron daño pulmonar agudo severo cuando fueron desafiados con el SARS-CoV, mientras que los monos que no fueron vacunados no lo hicieron. De manera similar, los ratones que fueron inmunizados con una de cuatro vacunas diferentes de SARS-CoV mostraron cambios histopatológicos en los pulmones con infiltración de eosinófilos después de ser expuestos al virus del SARS-CoV. Esto no ocurrió en los controles que no habían sido vacunados. Un problema similar ocurrió en el desarrollo de una vacuna para FIPV, que es un coronavirus felino.
Para que una vacuna funcione, los desarrolladores de vacunas necesitarán encontrar una manera de sortear el problema de ADE. Esto requerirá una solución muy novedosa, y puede no ser alcanzable, o al menos, predecible. Además, la vacuna no debe inducir ADE en cepas posteriores de SARS-CoV-2 que emergen con el tiempo, ni a otros coronavirus endémicos que circulan cada año y causan el resfriado común.
Un desencadenante importante de ADE es la mutación viral.
Los cambios en la secuencia de aminoácidos de la proteína Spike (que es la proteína del virus que facilita la entrada a nuestras células a través del receptor ACE2) pueden causar una deriva antigénica. Lo que esto significa es que un anticuerpo que una vez fue neutralizante puede convertirse en un anticuerpo no neutralizante porque el antígeno ha cambiado ligeramente. Por lo tanto, las mutaciones en la proteína Espiga (Spike) que ocurren naturalmente con los coronavirus podrían presumiblemente provocar ADE. Dado que estas cepas futuras no son predecibles, es imposible predecir si ADE se convertirá en un problema en una fecha futura.
Este problema de imprevisibilidad inherente se destaca en el siguiente escenario: una vacuna de coronavirus puede no ser peligrosa inicialmente. Si la prueba inicial parece positiva, los esfuerzos de vacunación masiva probablemente se administrarían a una gran parte de la población. En el primer año o dos, puede parecer que no existe un problema de seguridad real, y con el tiempo, un mayor porcentaje de la población mundial será vacunado debido a esta “seguridad” percibida. Durante este período intermedio, el virus está ocupado mutando. Finalmente, los anticuerpos que los individuos vacunados tienen flotando en su torrente sanguíneo ahora se vuelven no neutralizantes porque no se pueden unir al virus con la misma afinidad debido al cambio estructural resultante de la mutación. La disminución de las concentraciones del anticuerpo a lo largo del tiempo también contribuiría a este cambio hacia la no neutralización. Cuando estas personas previamente vacunadas están infectadas con esta cepa diferente de SARS-CoV-2, podrían experimentar una reacción mucho más severa al virus.
Irónicamente, en este escenario, esta vacuna hizo que el virus fuera más patógeno en lugar de menos patógeno. Esto no es algo que los productores de vacunas puedan predecir o probar con un nivel de confianza real desde el principio, y solo se hará evidente en un momento posterior.
De acuerdo a Nature Biotechnology publicada el 5 de junio, 2020:
” Es importante hablar de eso [ADE] “, dice Gregory Glenn, presidente de Novavax, que lanzó su prueba de vacuna COVID-19 en mayo. Pero “no podemos ser demasiado cautelosos. La gente se está muriendo. Así que tenemos que ser agresivos aquí “.
Gregory Glenn, presidente de Novavax, Nature Biotechnology publicada el 5 de junio, 2020
Y del mismo artículo:
“ADE” es una preocupación genuina “, dice el virólogo Kevin Gilligan, consultor senior de Biologics Consulting, que aconseja estudios de seguridad exhaustivos. “Porque si se dispara la pistola y se distribuye ampliamente una vacuna que potencia la enfermedad, eso sería peor que no aplicar ninguna vacuna”.
Virólogo Kevin Gilligan, consultor senior de Biologics Consulting, Nature Biotechnology publicada el 5 de junio, 2020
La industria de las vacunas es consciente de este problema. El grado en que lo están tomando en serio, es otra cuestión.
Si bien muchos desarrolladores de vacunas son conscientes del problema, algunos de ellos están abordando el problema con más actitud de Laissez-faire, minimizando el problema. Ven este problema como “teórico” con la idea de que los ensayos con animales deberían descartar el potencial de ADE en humanos.
Por otro lado no es ético realizar estudios de “desafío” en humanos. En otras palabras, un ensayo clínico para una vacuna no incluye administrar la vacuna a una persona y luego exponer a esta persona al virus después de la vacunación para controlar su reacción. En los ensayos clínicos, a los humanos solo se les administra la vacuna, no se los “reta” con el virus salvaje después. En estudios con animales, realizan una prueba de desafío para observar cómo responden los animales a la infección con el virus real después de ser vacunados.
Como se señaló anteriormente, el desarrollo de diferentes cepas virales en los años posteriores podría presentar un problema importante que no se nota durante las pruebas de seguridad iniciales en humanos o animales.
¿Qué pasa con las personas no vacunadas que están naturalmente infectadas con el virus y desarrollan anticuerpos? ¿Podrían estas personas experimentar ADE a una cepa futura de SARS-CoV-2?
Otros factores competitivos y no competitivos en nuestro sistema inmunitario
La respuesta ADE es en realidad mucho más complicada existen otros factores competitivos y no competitivos en nuestro sistema inmunitario que contribuyen a la respuesta ADE, muchos de los cuales no se comprenden completamente. Parte de esa ecuación es una variedad de diferentes tipos de células T que modulan esta respuesta, y estas células T responden a otras porciones (epítopos) del virus. En una vacuna, nuestro cuerpo normalmente se presenta con una pequeña parte del virus (como la proteína Spike) o un virus modificado (atenuado o muerto) que es más benigno. Una vacuna no expone la totalidad de nuestro sistema inmunitario al virus real.
Estos tipos de vacunas solo provocarán anticuerpos que reconocen la porción del virus que está presente en la vacuna. Las otras porciones del virus no están representadas en el conjunto de anticuerpos. En este escenario, es mucho más probable que los anticuerpos inducidos por la vacuna puedan convertirse en anticuerpos no neutralizantes, porque el virus completo no está cubierto de anticuerpos, solo la porción que se utilizó para desarrollar la vacuna.
Infección Real vs Vacuna
En una infección real, nuestro sistema inmunitario está expuesto a todos los rincones del virus completo y, como tal, nuestro sistema inmunitario desarrolla una panacea de anticuerpos que reconocen diferentes porciones del virus y, por lo tanto, cubren más virus y se neutralizan. Además, nuestro sistema inmunitario desarrolla respuestas de células T a cientos de epítopos peptídicos diferentes a través del virus; mientras que en la vacuna la gran cantidad de estas respuestas de células T están ausentes. Los investigadores ya son conscientes de que la respuesta de las células T desempeña un papel cooperativo en el desarrollo o la ausencia de la respuesta ADE.
En base a estas diferencias y la respuesta inmunológica sesgada que es inherente a las vacunas, creo que el riesgo de ADE es un orden de magnitud mayor en un sistema inmunitario preparado para vacuna que en un sistema inmunitario preparado para virus. Esto sin duda se hará más evidente a medida que COVID-19 progrese a lo largo de los años, pero la carga de la prueba recae sobre los hombros de la industria de las vacunas para demostrar que ADE no será una amenaza en el corto o largo plazo. Una vez que se administra una vacuna y las personas desarrollan anticuerpos contra alguna tergiversación del virus, no se puede revertir. Nuevamente, este es un problema que podría manifestarse en una fecha posterior.
Otra posibilidad es una reacción de inflamación alérgica
El problema de ADE, no es la única vía o mecanismo que podría presentar un problema para las personas infectadas después de la vacunación. Otra vía se rige por la inmunopatología Th2, en la que una respuesta defectuosa de células T inicia una reacción de inflamación alérgica. Una segunda vía se basa en el desarrollo de anticuerpos defectuosos que forman complejos inmunes, que luego activan el sistema del complemento y, en consecuencia, dañan las vías respiratorias. Estas vías también son riesgos potenciales para el SARS-CoV-2.
En este momento, se estima que la tasa de mortalidad del virus es aproximadamente del 0.26%, y este número parece estar disminuyendo a medida que el virus se está atenuando naturalmente en la población. Sería una gran equivocación vacunar a toda la población contra un virus con una tasa de mortalidad tan baja, especialmente teniendo en cuenta el considerable riesgo presentado por ADE. El riesgo de desarrollar ADE en un individuo vacunado será mucho mayor que 0.26% y, por lo tanto, la vacuna puede empeorar el problema, no mejorarlo. Sería el mayor error del siglo ver aumentar la tasa de mortalidad de este virus en los años venideros debido a esfuerzos descuidados y apresurados para desarrollar una vacuna con un umbral tan bajo de pruebas de seguridad y la posibilidad de que ADE esté al acecho en las sombras.
Con suerte, ahora se sabe un poco más sobre el tema de la mejora dependiente de anticuerpos y los peligros reales e impredecibles de una vacuna contra el coronavirus. Al final, nuestra salud debería ser nuestra decisión, no la de un burócrata que no sabe lo básico sobre biología molecular presionado por los intereses de los laboratorios.
Vacuna de la gripe relacionada al Coronavirus , Dra. Maria José Martínez Albarracín – Médicos por la Verdad
Pathogenic priming
Pathogenic priming likely contributes to serious and critical illness and mortality in COVID-19 via autoimmunity https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2589909020300186?dgcid=api_sd_search-api-endpoint https://doi.org/10.1016/j.jtauto.2020.100051 – https://dryburgh.com/james-lyons-weiler-coronavirus-vaccine-safety-warning/
Simplificado se dice cebado patógeno cuando el sistema inmunológico reacciona al coronavirus y cuando descompone al virus en pequeños componentes, detecta las diferentes proteínas del corona virus y luego desarrolla una reacción inmune a esos componentes, pero alguno de estos componentes del coronavirus son muy similares a nuestra propia proteína humana y entonces el sistema inmunológico comienza a reaccionar en contra nuestra propia proteína humana, a esto se le llama cebado patógeno (pathogenic priming) o magnificación o mejora dependiente de anticuerpos ADE, le dicen mejora pero lo que mejora es la potencia del virus para enfermarnos, el sistema inmunológico ataca nuestro propio tejido, y se vuelve demasiado reactivo.
Respuesta del pecado antigénico original a virus de ARN e inmunidad antiviral
Original Antigenic Sin Response to RNA Viruses and Antiviral Immunity doi: 10.4110/in.2016.16.5.26 1 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5086450/
La inmunidad cruzada (o reactividad cruzada) se define como la capacidad de nuestro sistema inmunitario para actuar con anticuerpos previamente generados contra un virus, frente a otro virus altamente similar. Se ha demostrado que una infección previa con la cepa del virus de la gripe H1N1 confiere cierta inmunidad cruzada frente a otra cepa similar, la H5N1. Esto también ocurre en la familia de los coronavirus: la respuesta frente al SARS-CoV-1 puede generar anticuerpos con reactividad cruzada frente al coronavirus que causa resfriado común (HCov-OC43) y viceversa.
La memoria inmune orientada a luchar contra un patógeno previamente reconocido, tiende a recordar una forma original del patógeno cuando una forma variante invade posteriormente. Esto se ha denominado “pecado antigénico original”. Este efecto inmunológico adverso puede alterar la eficacia de la vacuna y en ocasiones, provocar una mayor patogenicidad o respuestas inflamatorias adicionales, según el tipo de patógeno y las circunstancias de la infección. Aquí nuestro objetivo es brindar una comprensión conceptual simplificada de la infección por virus y el pecado antigénico original comparando y contrastando los dos ejemplos de infecciones recurrentes, como los virus de la influenza y el dengue en humanos.
La (Original Antigenic Sin) OAS fue descrita por primera vez por Davenport et al. para explicar las respuestas de anticuerpos que se generaron después de la infección por el virus de la influenza en personas de diferentes grupos de edad ( 1 ). Luego se sugirió que los mecanismos de formación de anticuerpos parecen estar dirigidos por infecciones infantiles iniciales, de modo que la exposición a cepas relacionadas antigénicamente más adelante en la vida da como resultado un refuerzo progresivo del anticuerpo primario. Según esta sugerencia, la OAS podría ‘congelar’ o neutralizar el repertorio inmunológico contra un patógeno ( 2 ).
El mecanismo de congelación del repertorio de la OAS se entiende como parte de las respuestas de memoria inmunitaria codificadas de forma rígida contra un posible patógeno recurrente ( 3 ). Investigaciones recientes han demostrado que, aunque parece ser dependiente de patógenos, esta respuesta de memoria también se encuentra durante las respuestas inmunitarias innatas y no se limita a la inmunidad adaptativa ( 4 ). Este mecanismo protegería al huésped del patógeno como un equipo de defensa bien entrenado. La inmunidad contra el sarampión, las paperas y la viruela, entre otros, es un buen ejemplo de respuestas de memoria que brindan protección de por vida después de una sola infección natural ( 4 , 5). Desafortunadamente, la mayoría de los patógenos se adaptan a este programa inmunológico cambiando constantemente sus moléculas de superficie. La razón por la que se estigmatiza a la OAS como ‘pecado’ es su interferencia con la respuesta inmune ingenua contra variantes del patógeno ( 6 ). En esta revisión, presentamos el concepto de OEA como un tipo de ‘congelación del repertorio inmune’, cuyo resultado puede tener impactos tanto positivos como negativos en las respuestas inmunes contra patógenos y en el curso de enfermedades causadas por tales agentes.
CONCLUSIÓN
OAS puede aprovecharse para defenderse de un patógeno, o un patógeno puede aprovechar OAS para ingresar a la célula huésped a través del mecanismo de ADE. La OAS también puede dar lugar a respuestas inflamatorias exageradas cuando existe una disparidad entre la tasa de proliferación del patógeno y el potencial protector contra el patógeno, que podría ser proporcionado por las células B de memoria de reacción cruzada. Las respuestas de las células B de memoria de reacción cruzada normalmente protectoras de OAS que se convierten en modos ‘autodestructivos’ de formación de complejos inmunes con un patógeno, durante la ‘batalla’ contra un patógeno de rápida replicación parecen ser las víctimas inevitables de la ‘guerra’ entre el sistema inmunológico humano y los patógenos. Desde un punto de vista evolutivo, la diversidad de MHC en humanos podría representar una movilización contra tal evento; pero desde el punto de vista individual, los adultos jóvenes que tienen un repertorio de la OAS contra los virus de la influenza, potencialmente a través de muchas infecciones naturales e incluso sin vacunación, podrían convertirse en víctimas. El complejo principal de histocompatibilidad (MHC) es una serie de genes que codifican proteínas de la superficie celular que controlan la respuesta inmune adaptativa.
Las interacciones célula-célula de la respuesta inmune adaptativa son de importancia crítica en la protección contra patógenos. Estas interacciones están orquestadas por la sinapsis inmunológica cuyos componentes principales son el receptor de antígeno de células T (TCR) y la molécula del complejo principal de histocompatibilidad (MHC). ver referencias en el link al estudio mencionado arriba de este tema.
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