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¡NO TE VACUNES! Dominación masónica del mundo.
¡Quieren llevarnos al infierno como ellos! ayl.tv
MAL CALCULO DE LAS CDC
https://jonathanturley.org/2021/05/11/cdc-admits-that-it-miscalculated-the-risk-of-outdoor-covid-transmission/#more-173013EL NUEVO JUICIO DE NUR3MBERG COMIENZA EL 3 DE JULIO DE 2021
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Fuente: El Mensajero Audaz
Del 7 al 9 de mayo se ha celebrado la cumbre
mundial «Truth Over Fear: Covid19 and The Great Reset» («La
Verdad Por Encima del Miedo: Covid19 y El Gran Reinicio»), donde 40
médicos, científicos, abogados, investigadores y periodistas de primera línea
han compartido conocimientos reveladores sobre la verdad detrás de la Covid-19,
la vacuna y el Gran Reinicio.
El arzobispo Carlo Maria Viganò realizó el discurso
de apertura, un discurso demoledor que El Mensajero Audaz ha traducido en este artículo.
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Después de
haber sido anunciado que la cumbre «Truth Over Fear: Covid19 and
The Great Reset» («La Verdad Por
Encima del Miedo: Covid19 y El Gran Reinicio») tendría lugar del 30 de abril al 2 de mayo, la
plataforma Kartra, desde donde se iban a emitir las ponencias,
eliminó el sitio web sin previo aviso, por lo que finalmente tuvo que
posponerse una semana y emitirse desde una plataforma alternativa.
La cumbre de
tres días de duración, donde 40 ponentes pudieron compartir sus conocimientos
acerca de la situación actual en la que nos encontramos, abrió con un discurso
de inauguración del arzobispo Carlo Maria Viganò en el que expone de
manera clara su visión del momento en el que se encuentra la humanidad.
Recordemos que
el arzobispo Viganò ya había escrito una serie de cartas al presidente Donald Trump informándole sobre la
guerra espiritual entre el Bien y el Mal en la que se encuentra la humanidad en
este momento de la historia.
En una de estas cartas afirmaba que «los hijos de
la oscuridad, a quienes claramente podemos identificar con el Estado Profundo
(Deep State) al que usted (Trump) sabiamente se opone y el cual actualmente
está librando una guerra feroz contra usted, han decidido mostrar sus cartas,
por así decirlo, revelando sus planes. Así como hay un Estado Profundo, también
hay una Iglesia Profunda (Deep Church) que traiciona su deber y renuncia a su
compromiso ante Dios. Así pues, el Enemigo Invisible, contra el cual los buenos
gobernantes luchan en los asuntos públicos, también es enfrentado por los
buenos pastores en la esfera eclesiástica. Es una batalla espiritual, de la que
hablé en mi reciente llamamiento publicado el 8 de mayo«.
En esta
ocasión, el arzobispo ha vuelto a incidir en la batalla espiritual que está
teniendo lugar, y en cómo la covid se está utilizando para esclavizar a la
población.
El Mensajero
Audaz ha traducido el discurso al español.
Discurso
inaugural del arzobispo Viganò en la cumbre «Truth Over Fear»
«Estoy muy agradecido a Patrick Coffin por la
oportunidad que se me ha brindado de participar en la cumbre mundial «Truth
Over Fear: Covid19 y The Great Reset». Mientras me preparo para hablar, quiero
saludar a cada uno de los participantes y bendecir su compromiso al servicio de
la verdad, sobre todo en estas horas de gran confusión, de oscurecimiento de
mentes y conciencias.
Ciertamente han tomado nota de mi declaración del
25 de marzo, mediante la cual quería de alguna manera lanzar este evento y
anticiparme a estos temas, tratando algunos de ellos de manera más articulada.
Lo que les diré ahora toca otros aspectos y de alguna manera pretende completar
mi declaración anterior.
Los medios de comunicación, políticos, directivos
de grandes empresas e incluso sacerdotes y obispos nos hablan obsesivamente de
un mundo conectado, en el que las facultades del cuerpo humano se ven
amplificadas por una serie de apéndices tecnológicos que nos permiten hablar
con nuestro automóvil, encender la luz del salón hablando con un cilindro de
plástico, obtener información acerca del tráfico gracias a Alexa, pedir sushi
desde nuestro teléfono móvil y saber que la leche de nuestro refrigerador se
acerca a su fecha de caducidad. Según ellos, este mundo representa logros y
avances para la humanidad. Muchas de las maravillas que nos esperan ya están
disponibles. Otras son inminentes, ya patentadas y listas para ser
comercializadas.
Imaginemos por un momento que uno de nosotros, por
casualidad, quedó aislado de todo esto a principios del año pasado. Imagínense
que decidió retirarse a un chalet en la montaña para escribir un libro, o que
ingresó a un monasterio para vivir un período de meditación y oración. Sin
televisión, sin periódicos, sin redes sociales, sin noticias de última hora en
su teléfono móvil. Sólo los ritmos de la naturaleza, el canto de los pájaros,
el soplo del viento, el rugido del arroyo en la montaña, el tañido de la
campana. Hasta el momento en que, después de más de un año, este afortunado
amigo concluyó su período de aislamiento y regresó al mundo, creyendo que lo
encontraría tal y como lo había dejado.
¿Qué encontrará a su regreso esta persona que se
mantuvo alejada mientras los demás estábamos encerrados en nuestras casas
debido a los cierres impuestos por casi todos los gobiernos del mundo?
Pues nuestro amigo descubrirá que mientras se
dedicó a su novela o a la meditación sobre el Padre de la Iglesia, el mundo
literalmente se ha vuelto loco. Un síndrome gripal, que según los datos
oficiales ocasiona casi el mismo número de muertes entre ancianos y débiles que
cualquier otra gripe estacional normal, se ha utilizado como pretexto para
sembrar el terror en la población, gracias a la complicidad de los políticos,
la medios de comunicación, médicos y fuerzas del orden. Se verá rodeado de
personas que usan mascarillas incluso al aire libre, porque alguien ha dicho
que evitará infecciones. Cuando regrese a su ciudad natal y quiera ir de
compras, se encontrará con que lo expulsan de la tienda porque no lleva ese
bozal ridículo, y no podrá salir a comer a un restaurante sin ser sometido a
una prueba de hisopo que, hasta el año pasado, se indicaba como ineficaz para
fines de diagnóstico. Oirá decir que esta «pandemia» ha causado millones de
muertes, incluso si en 2020 en todas las naciones del mundo el número de
muertes fue básicamente exactamente el mismo que en años anteriores. Y también
escuchará que, debido a un virus de la gripe que muta notoriamente como
cualquier otro coronavirus, las autoridades mundiales han comprado miles de
millones de dosis de vacunas que son reconocidamente inútiles, dado que no
garantizan la inmunidad y que, de hecho, tienen efectos secundarios graves, lo
que nadie quiere reconocer.
Nuestro amigo quedará desconcertado al saber que,
ante el primer brote de contagio en un lugar remoto de China, en lugar de
bloquear vuelos y contactos con países extranjeros, hubo quienes gritaron
«racismo» y tuvieron mucho cuidado en mostrar solidaridad yendo a comer
rollitos de primavera en el restaurante chino local, acompañado de un grupo de fotógrafos
y reporteros. Aprenderá de los periódicos que muchas naciones, durante más de
una década antes, habían debilitado la salud pública, habían cerrado hospitales
y habían dejado obsoletos sus planes para la pandemia. Y no entenderá por qué
se han prohibido los tratamientos efectivos y la atención médica domiciliaria,
sino que, en su lugar, se espera a que los infectados empeoren para que puedan
ser hospitalizados en unidades de cuidados intensivos y hacerlos morir
utilizando respiradores. Se sorprenderá cuando le digan que los muertos fueron
privados de una autopsia y sometidos a cremación sin ningún funeral religioso,
como si quienes los dejaron morir no quisieran dejar rastros de sus fechorías.
Se puede imaginar cómo suena de incomprensible lo
absurdo de todo esto para una persona que no es bombardeada a diario por
noticias terroristas de los medios de comunicación. Y la incomprensible
pasividad y la resignada obediencia de las masas a los dictados de las
autoridades civiles y religiosas. Porque nuestro amigo descubrirá que, también
en la Iglesia, las cosas han cambiado: ya no hay agua bendita, los
reclinatorios han desaparecido para dejar sitio a sillas espaciadas con
carteles que indiquen dónde sentarse, cuántas personas pueden entrar, y que la
comunión debe recibirse en la mano por motivos de higiene. Aprenderá que no
solo los párrocos y los obispos se han adaptado a la locura colectiva, sino que
incluso han hecho una aportación personal a ella, llegando en algunos casos a
exigir pruebas de hisopos y vacunas para quienes quieran asistir a los
servicios religiosos. Le mostrarán el famoso vídeo de Bergoglio en el que se le
ve solo en la plaza de San Pedro, o la entrevista en la que promueve las
vacunas como un «deber moral», aunque sean producidas con material procedente
de fetos abortados. Y le dirán que la Congregación para la Doctrina de la Fe se
apresuró a declarar moralmente lícitas estas vacunas.
Cuando hable con amigos de los que no ha tenido
noticias en más de un año, nuestro amigo se enterará de que tienen prohibido
salir, reunirse en vacaciones, celebrar la Pascua y la Navidad, ir a misa,
confesarse, recibir los sacramentos; que el Estado ha impuesto cierres y toques
de queda, cerrando tiendas y restaurantes, museos y gimnasios, escuelas y bibliotecas.
Todo cerrado, por miedo a un virus gripal que se podría curar -que se puede
curar- con tratamientos que la OMS y otros «expertos» han prohibido, ordenando
en cambio «espera vigilante». Y si pregunta por qué nadie protestó, escuchará
que las manifestaciones de disidentes también han sido prohibidas y reprimidas
por policías con porras. Le dirán que en algunas naciones se han construido
centros de detención para quienes no quieran vacunarse, mientras que se ha
hecho obligatoria una app que permite el seguimiento de los movimientos de
ciudadanos, y hoy se teoriza con que el uso de un microchip subcutáneo
detectaría positividad para el virus o actuaría como pasaporte de vacuna,
gracias al cual sería posible viajar en un avión o ir a un restaurante.
Y todo esto siendo posible gracias al silencio de
los magistrados, mientras comités científicos anónimos mandaban a todo el mundo
protocolos absurdos e ineficaces. Millones de personas confinadas en arresto
domiciliario deberían haber reducido el número de infecciones, pero en realidad
los países en los que no se impusieron los encierros han tenido menos muertes.
Millones de personas obligadas a no trabajar, reducidas a la miseria por
decisiones ilegítimas e inconstitucionales, han obedecido, esperando limosnas ridículas
que se prometen mil veces y nunca llegan. Millones de personas, de hecho miles
de millones, han sufrido las decisiones de unos pocos «filántropos» que han
logrado imponer vacunas producidas por empresas farmacéuticas de las que ellos
son los principales accionistas, con la aprobación de los órganos de control
que principalmente financian ellos. Sin conflicto de intereses, sin crímenes de
lesa humanidad, sin vulneración de las libertades naturales y de los derechos
fundamentales de los ciudadanos. Todo ha ido sucediendo de forma suave, como en
una película distópica.
Lea también: En
2020 el globalista Klaus Schwab anunció cuál podría ser la próxima ‘pandemia’
(VIDEO)
Bueno, queridos amigos, lo que nuestro amigo está
encontrando es el mundo de fantasía deseado por el Gran Reinicio, por los que
proponen un Nuevo Orden Mundial, por los seguidores de la secta globalista. Un
mundo transhumano en el que algoritmos nacidos de mentes diabólicas y enfermas
deciden si puedes salir de casa, qué tratamientos deben administrarse, qué
actividades pueden continuar y qué personas tienen derecho a trabajar. Y
mientras estábamos presos sin barrotes en nuestras casas, creyendo en los
anuncios maníacos de la televisión y las redes sociales, al amparo de la
oscuridad estaban instalando torres 5G en todas partes, para hacer posible el
avance tecnológico que está destinado a conectar a todos y a todo, desde
licuadoras hasta iPads, desde automóviles eléctricos hasta educación a
distancia. Con la obligación perpetua de mantener la «distancia social» y de
ser vacunados cada seis meses, aunque las cosas vayan bien, en nombre de una
pandemia cuyo daño no se ve más que en la narrativa mediática y en su gestión
descontrolada por políticos y médicos del régimen.
Nuestro amigo no es médico, pero como no ha vivido
este año y medio de delirio sanitario bombardeado por las principales noticias
en su TV, ordenador y teléfono móvil, es capaz de captar la locura de lo que
nos ha pasado a todos, junto con el plan criminal que ha sido perpetrado por la
élite. Tampoco se le escapará -como no se nos escapa a nosotros- que la
jerarquía católica ha jugado su papel en la imposición de la narrativa oficial,
utilizando la autoridad de la Iglesia para ratificar un crimen monstruoso, un
fraude colosal tanto contra Dios como contra el hombre.
Si comparamos cómo vivíamos en enero de 2020 y cómo
nos hemos visto reducidos a vivir hoy, no podemos dejar de reconocer el éxito
de este plan interno, aceptado por la mayoría de la gente como ineludible. Hay
quienes, incapaces de aceptar la irracionalidad intrínseca de las disposiciones
adoptadas por sus gobernantes, suspenden todo juicio y se entregan a sus
verdugos. Otros, tratando de encontrar un significado sobrenatural en la locura
colectiva, rezan a Dios por el fin de una plaga inexistente o se adaptan a las
nuevas liturgias paganas de Covid. Otros, más combativos, son incapaces de
resignarse a la monstruosidad de lo que está sucediendo y esperan una
intervención divina.
Si tan solo tuviéramos el buen sentido de pensar de
forma autónoma, de utilizar la racionalidad con la que nos ha dotado el Padre
Eterno, entenderíamos de inmediato que este horror no es más que el «mundo al
revés» que desea el Eterno Enemigo de la raza humana, el infierno en la Tierra
anhelado por los siervos de Satanás, el Nuevo Orden Infernal que es el preludio
del advenimiento del Anticristo y el fin de los tiempos. Solo así podremos
comprender la apostasía de los más altos niveles de la Iglesia, todos tomados
para dar prueba de la obediencia a la ideología globalista, hasta el punto de
negar a Cristo en la Cruz y preferir las pesadas cadenas de Lucifer al suave
yugo de Cristo.
Si hay un «Gran Reinicio» que la humanidad
realmente necesita, este sólo puede llegar con el retorno a Dios, en la
verdadera conversión de los individuos y de la sociedad a Cristo Rey, que
durante demasiado tiempo hemos dejado destronar en el nombre de una libertad
perversa que permite y legitima todo menos el Bien. Ese «Gran Reinicio» se
llevó a cabo en el Gólgota, en el momento en que Satanás creyó que estaba dando
muerte al Hijo de Dios e impidiendo la Redención, cuando en realidad estaba
firmando su propia derrota definitiva. Lo que estamos presenciando hoy es sólo
un doloroso efecto posterior de la batalla entre Cristo y Satanás, entre los
descendientes de la Mujer vestida del sol de la cual habla el Libro de
Apocalipsis y la descendencia maldita de la antigua Serpiente.
Así, a medida que nos acercamos a la persecución
del fin de los tiempos, tenemos la certeza sobrenatural de que incluso esta
grotesca pandemia, un pretexto miserable o el establecimiento de una sinarquía
antihumana y anticrística, está condenada a la derrota, porque Cristo ya venció
al eternamente Derrotado con una victoria aplastante e inexorable. Fortalecidos
por la certeza de esta victoria trascendental, cuyo triunfo veremos quizás muy
pronto, debemos luchar bajo el estandarte de Cristo Rey y la protección de la
Reina de las Victorias, a quien el Señor ha dado el poder de aplastar la cabeza
del Maligno.
Si volvemos a Cristo, comenzando por nosotros y
nuestras familias, lograremos no sólo abrir los ojos para comprender lo absurdo
de lo que sucede a nuestro alrededor, sino que también sabremos luchar
eficazmente con las armas invencibles de la Fe. «Omne, quod est ex Deo, vincit
mundum: et haec est victoria, quae vincit mundum, fides nostra. – Porque todo
lo que es nacido de Dios conquista el mundo: y esta es la victoria que ha
vencido el mundo, nuestra fe» (1 Juan 5: 4). Entonces la nueva torre de Babel,
el castillo de naipes de Covid, la farsa de las vacunas y el fraude del Gran
Reset colapsarán inexorablemente, manifestando en su diabólica naturaleza el
plan asesino del Adversario y sus sirvientes.
Miremos a la Nueva Jerusalén que desciende del
cielo, la Santa Iglesia, que en la visión de San Juan aparece «como una esposa
ataviada para su marido» (Ap 21:2). Escuchemos la voz fuerte que anuncia:
«Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.» (Ap
21:4). Nuestro «Gran Reinicio» se realiza en nuestro Señor: «He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas» (Ap 21:5); «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin»
(Ap 21:6). Que toda la Corte Celestial nos ayude y proteja en esta batalla
trascendental, en la que es nuestra gloria servir bajo las insignias de Cristo
Rey y María nuestra Reina».
Arzobispo
Carlo Maria Viganò
Ex nuncio
apostólico en los Estados Unidos de América
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